23 de marzo de 2007

El PRD y el Lobo

Desde que Felipe Calderón asumiera el poder el primero de diciembre del año pasado pareciera ser que el Partido de la Revolución Democrática se convirtió en un NO institucional en el Congreso a cualquier tipo de propuesta que venga del ejecutivo o de las bancadas del PAN. Al igual de cualquier propuesta de otro partido que antes hubiera negociado con Acción Nacional.

Esta imagen la ha ido cultivado el PRD desde legislaciones pasadas, pero ha tomada mayor fuerza en los últimos meses. Varias encuestas demuestran que la ciudadanía ve a este partido como la oposición más fuerte hacia el gobierno actual. Esto no es necesariamente malo, es un hecho que para que la democracia exista debe coexistir un gobierno y una oposición.

En la actual legislación, los diputados y senadores se han negado en reconocer el triunfo de Calderón en las elecciones pasadas bajo el argumento de un supuesto fraude electoral. También han intentado parar diferentes reformas provenientes de otros partidos, el ejemplo actual es su oposición total a la Ley del ISSSTE propuesta por el PRI.

El PRD en el Congreso tiene todo el derecho a protestar, negociar o inclusive abandonar sesiones cuando una iniciativa de ley no le convence, pero la imagen que queda en la ciudadanía en general es que el PRD es el partido del NO, el partido que siempre estará en contra de las reformas necesarias para el país y por consiguiente en contra del mismo país.

La Ley ISSSTE busca salvar a la institución que está en un punto de inflexión, o se va de picada o se realizan las reformas necesarias para salvarlo. La propuesta del PRI, PAN y los otros partidos que no son del Frente Amplio Progresista (PRD, PT y Convergencia) intenta solucionar el conflicto de las pensiones a los trabajadores y es un hecho que es una Ley que le falta trabajo para ser perfecta, pero es peor no hacer nada y dejar la Instituto como está.

Los perredistas tiene todo el derecho a sentirse relegados de la negociación y ver como un peligro inminente a Elba Esther Gordillo o Joel Ayala o cualquier otro líder sindical que se vea incluido en el comité que regirá al recién creado Pensionissste. Pero el abandono de sesiones, ataques y ofensas directas durante las sesiones y la, ahora común, toma de la tribuna no son la solución, y mucho menos deja una buena impresión antes los ciudadanos.

Llegará el momento en que se quiera legislar una ley o un cambio constitucional que le resulte contraproducente al país, y el PRD intentará frenar la iniciativa y buscará defender sus argumentos ante los medios. Pero de seguir el camino actual de contradecir toda propuesta ajena a su partido, ni la ciudadanía ni el resto de los partidos lo escucharán. Será lo mismo que el cuento infantil Pedro y el Lobo.

Carlos

Una historia sin expectativas

Cuando atentaron contra Colosio tenía 15 años. A esa edad no tenía conciencia de quién era el candidato presidencial del PRI ni de lo que significaba su muerte. Lo que podía entender sobre el asunto se limitaba a lo que todos los canales de televisión repetían una y otra vez:”Luis Donaldo Colosio ha sufrido un atentado”.

A raiz de la muerte de Colosio un inusual interés por la política me llevó a leer periódicos y a comprar revistas que tocaran el tema de lo sucedido el 23 de marzo de 1994. Sin ni siquiera darme cuenta, lentamente fui mitificando y desarrollando una admiración casí religiosa de su imagen. El discurso del 6 de marzo se convirtió para mí en un documento sagrado que sugería la posibilidad de un país mejor, de un México sin hambre y sin sed de justicia.

Hoy las cosas han cambiado. Ahora ya no soy tan joven ni tan ingenuo para dar por hecho que un solo hombre habría podido ser capaz de cambiar al país. Ahora pienso, no sé si con o sin fundamentos, que Colosio únicamente hubiera sido un Presidente más sensible que aquél que gobernó al país entre 1994 y 2000. No sé si hubiera podido evitar el error de diciembre pero sí creo que hubiera dado a México una dirección diferente de la que éste tomó.

Pero, bueno, la historía siguió avanzando y después del asesinato de Luis Donaldo Colosio llegó Ernesto Zedillo a Los Pinos. Y en el 2000, Vicente Fox hizo lo propio y durante ese sexenio poco se avanzó. Ya para el 2006 las expectativas estaban por los suelos. El nivel tan alto de estupidez mostrado por toda la clase política de México durante el proceso electoral no tardó en colmar el ánimo de los ciudadanos que, para el 1 de diciembre del 2006, lo único que exigíamos era dejar todo atrás y ver hacia delante.

Hoy el país mantiene los mismos reclamos que se escucharon en 1994. Pero a diferencia de lo que pasó entonces, en la actualidad las expectativas de los ciudadanos no son tan altas como las que enfrentó Colosio durante su camapaña. Hoy existe la certeza de que Calderón necesita de la participación de todos los mexicanos para poder hacer lo que en el país no se ha hecho desde hace mucho tiempo, quizá, y sólo para rendirle culto al mito que alguna vez construí, desde que Luis Donaldo Colosio murió.

Arturo

21 de marzo de 2007

¿Bodas o convenios?

Desde hace unos meses, el tema de las Sociedades de Convivencia ha estado sobre la mesa. Gente a favor y en contra, polémica en los medios de comunicación, debate entre los especialistas del tema y primeras planas con las fotos de “La primera boda Gay”.

Cuando se habla de Sociedades de Convivencia, debe quedar claro que no se trata de un matrimonio, sino de un contrato celebrado por dos personas del mismo o diferente sexo que tienen un hogar común y, es a través de este acuerdo, que se da legitimidad legal a aquellos hogares formados por personas que no necesariamente están emparentadas por la vía política o biológica. La ley concede ciertos derechos y obligaciones a los miembros de la sociedad de convivencia, de los que carecerían de no ser por esta ley. Entre ellos se encuentra el derecho a heredar o a la prestación de servicios de seguridad social en el caso de que alguno de los miembros de la sociedad de convivencia los tuviera.

A través de esta ley recién entrada en vigor, se reglamentan las uniones entre dos personas que han decidido vivir juntas y que tienen un patrimonio en común, no por ello es un matrimonio. Es más, las personas que ya tienen un vínculo establecido como el matrimonio o concubinato o una relación consanguínea no pueden tener una sociedad de convivencia.

Las Sociedades de Convivencia aportan una solución a las demandas de la sociedad actual. El revuelo moralista, los golpes de pecho y las discusiones bizantinas sobre si se está reglamentando las uniones gay en México, son simplemente desinformación. Esta ley, fue creada para otorgar derechos no sólo a los homosexuales, sino en general a las personas han compartido un hogar por dos años o más, con lo cual estas personas se beneficiarían de manera equivalente a los familiares, protegiendo a compañeros o compañeras por el hecho de convivir de manera estable.

Finalmente, y ya para terminar, es evidente que las sociedades de convivencia no sustituyen al matrimonio y mucho menos es equivalente. Esta ley otorga certidumbre jurídica a quienes deciden compartir sus intereses, sean emocionales o económicos, otorgando seguridad jurídica a individuos de un mismo sexo o entre hombres y mujeres.

María

Ley de Sociedades de Convivencia ¿Diabólica?

Hace un par de semanas se iniciaron en el DF las uniones bajo el esquema de la Ley de Sociedades de Convivencia. La primera unión fue entre dos hombres del mismo sexo, y se dice que hay una larga lista de espera de parejas homosexuales que buscan legalizar su unión.

Los sectores más puristas de las sociedad capitalina, y del resto del país, ven con malos ojos dicha ley porque aseguran legaliza el matrimonio entre parejas homosexuales. Mientras que las porciones más abiertas de las sociedad aplauden y la señalan como un gran paso en los derechos de los homosexuales.

Es un hecho que las parejas del mismo sexo tienen que ser reconocidas por la ley como lo son las parejas tradicionales. Y una ley como esta es importantísima para el avance en la aceptación y tolerancia de los homosexuales. Pero no se puede dejar de lado un dato de gran relevancia que parece anti y pro homosexuales han dejado pasar: La Ley de Sociedades de Convivencias no es sinónimo de Matrimonio Gay.

Me explico, la nueva ley busca legalizar todo tipo de sociedad de convivencia que existe en la ciudad, desde parejas del mismo sexo hasta uniones de personas de la tercera edad que viven en un mismo departamento y comparten desde su compañía hasta gastos. La ley busca proteger a la pareja, compañero o como uno guste llamarlo de un segundo. Es decir, protege ante la ley el derecho a heredar, el derecho sobre el último deseo y demás cosas que involucran una relación de iguales.

Es entonces la Ley de Sociedades de Convivencia diabólica y dañina porque le da derechos y obligaciones a una pareja o un grupo de personas, ya sean del mismo sexo o de diferente, que conviven a diario en un mismo hogar. O es acaso un pequeño paso para proteger a los que sobreviven o dependen de alguien más sin un vínculo familiar directo.

No hay que dejarse llevar por el amarillismo o el simple hecho de que hay que tolerar a las parejas del mismo sexo, hay que analizar toda la ley, a quién protege y que derechos y obligaciones emanan de ella. No es simplemente una ley que permite el matrimonio gay como se quiere proyectar por los detractores de los homosexuales, es un instrumento de protección ante la ley que varias uniones diversas a las tradicionales no tenían antes.

Carlos

Un llamado a la tolerancia: la Ley de Sociedades de Convivencia

En un país como México no podemos negar que nos sobra intolerancia. Sin importar origen, clase social, nivel educativo, religión, preferencia sexual u orientación política los mexicanos somos intolerantes, intransigentes, discriminadores y envidiosos. Y sí, yo no me excluyo de ese grupo, aunque creo ser moderado. Me molestan las señoras de la Minivan del año con su estereotipo de clase que no pueden manejar por insurgentes, los politiquillos con su demagogia partidista sobre una visión del mundo que no comparto pero que debo considerar a fuerza, el sacerdote antiaborto que justifica su racionamiento con argumentos que no entiendo pero que son una verdad poco cuestionable, el conductor del pesero que se burla en mi cara cuando le pido bajar el volumen de la novena rola de reggeaton que truena en los parlantes y me provoca migraña. Yo no los odio, simplemente no los tolero.

Y las razones de mi intolerancia, como la de muchos mexicanos, y en particular de muchos chilangos, no son por mi neurosis adelantada con la llegada de mis treinta años, sino por una razón cultural. A mi parecer, la construcción de nuestro país estuvo fundamentada en el desarrollo de sociedades claramente segmentadas desde tiempos prehispánicos y coloniales, divididas en parte étnicamente a pesar de un mestizaje importante, sectorizadas económicamente entre familias migrantes, grupos de abolengo y comunidades culturales específicas, y fragmentadas regionalmente entre norte, centro y sur. Todo esto, consolidado bajo una doctrina de lo que debe ser el mexicano modelo (católico, macho y patriota) y la mexicana modelo (trabajadora, sumisa y guadalupana), que incluso hoy se mantiene presente en muchos sentidos y en muchos aspectos de nuestra realidad nacional.

¿Somos como somos porque la historia nos hizo de esta manera? No lo sé. Pero sí creo que influye mucho en porqué el mexicano es como es. Encontrar espacios de tolerancia y de apertura en un país como el nuestro cuesta trabajo. Vivimos más la crítica, la burla y el ataque permanente motivados por el resentimiento, la prepotencia, la inferioridad y la superioridad. La Ley de Sociedades de Convivencia podrá ser para muchos una estrategia política para atraer a la comunidad gay hacia una propuesta partidista, y para otros, un pretexto para darle espacios a la comunidad homosexual para sus “destrampes.” Para mi la Ley representa un importante parte aguas de reflexión de cómo podemos cambiar nuestra concepción de país y sociedad a favor de una cultura constructiva que busque la equidad, la integración y la tolerancia, y por ende la construcción de una nueva forma de hacer política, negocios, entablar relaciones personales, trabajar, interactuar socialmente y vivir en México.

Muchos podrán querer ofrecerme un pañuelo por ser demasiado romántico u optimista. Adelante, podré sonar algunas mucosidades. Lo que espero de todos es una reflexión seria de nuestra intolerancia hacia algo tan común y corriente como querer vivir con la persona que amas. ¿Tiene eso algo de malo? ¿O simplemente está mal porque debemos juzgar todo lo que es distinto a nuestra propia forma de ver las cosas?

Martino