27 de marzo de 2007

La muerte del Cap

Hace un par de semanas, el universo Marvel fue sorprendido por la muerte de unos de sus personajes principales. Steve Rogers (1941-2007), mejor conocido como el Capitán América, fue asesinado a la entrada de un juzgado federal. Enfrentando un juicio por oponerse a una ley gubernamental que buscaba enlistar a todos los meta humanos (superhéroes o villanos con superpoderes). El Capitán encontró la muerte antes de confrontar las leyes.

El Cap, como era conocido entre sus compañeros y amigos, fue uno de los grandes héroes del universo de los comics de la casa editorial Marvel. Icono de lo que la sociedad norteamericana considera sus ideales máximos: Libertad y Democracia. A través de siete décadas, el Capitán América luchó contra todos los enemigos norteamericanos conocidos. Surgido en 1941, en pleno apogeo de la lucha contra el nazismo, el Capitán representaba la filosofía y la posición norteamericana contra Hitler y su Alemania. Utilizado para elevar la moral de la sociedad y reclutar jóvenes para los cuerpos armados, el Capitán América se enfrascó en una lucha ficticia contra el nazismo bajo la bandera de la democracia y la libertad.

Acabada la Segunda Guerra Mundial y comenzada la Guerra Fría, el Cap se aplicó a otro lucha, ahora contra el Comunismo. Otra vez el Capitán representaba la sociedad norteamericana en su pelea contra un nuevo enemigo mortal, y una vez más junto a Estados Unidos (gracias a la caída del Muro de Berlin y el colapso soviético a principios de los noventas) saldrían victoriosos. Vencido el Comunismo, el Capitán América no encontró un nuevo enemigo que hiciera coherente su existencia, y a principios del nuevo siglo su presencia se hacía irrelevante.

Las autoridades de Marvel señalan que los comics buscan ir lo más posible de acuerdo a la realidad mundial, pero sobre todo a la realidad norteamericana. Después del 11-S, el gobierno norteamericano ha peleado una guerra con un enemigo difícil de detectar, la famosa Guerra Contra el Terrorismo. En esta lucha, la administración de George Bush pasó la llamada Ley Patriótica que permite, entre otras cosas, interferir llamadas y vigilar y arrestar a cualquier sospechoso de terrorismo sin los procedimientos legales requeridos por la misma Constitución estadounidense. Una ley que muchos de sus detractores encuentran opuesta a las garantías individuales que tanto han enarbolado la sociedad y cultura norteamericana.

Actualmente, el universo Marvel se encuentra hundido en lo que se ha llamado como la Guerra Civil. Todo comenzó, a grandes rasgos, con un acontecimiento similar al 11-S, uno de los tantos villanos mató a miles de inocentes cuando se encontraba en una batalla contra algunos de los tantos héroes. Para evitar un suceso similar, el gobierno norteamericano lanzó una ley (similar a la Ley Patriótica) que buscaba registrar a todos las personas con superpoderes. El Capitán América encontró en dicha ley rasgos que iban contra las garantías individuales que él tanto defendió y, junto a un grupo reducido de héroes, se enfrentó al gobierno y otros héroes encabezados por Ironman. De ahí nace la Guerra Civil en la cual se encuentran enfrascados en la actualidad los personajes de Marvel.

Todo esto es importante ya que el Capitán América, garante de los ideales norteamericanos, hoy ya no tenía relevancia, es decir, las convicciones norteamericanos del siglo XX (acentuados por el triunfo en la Segunda Guerra y recalcados en la personalidad del Capitán América) han cambiado tanto al grado que uno de los grandes emblemas de la cultura popular norteamericana ya no tenía razón de ser.

Las justificaciones de la política bélica de George Bush no son las mismas a las que esbozaban sus similares en el silgo pasado cuando luchaban contra el nazismo y el comunismo. La sociedad norteamericana ha cambiado y sus creencias expresadas desde sus inicios con el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe ya no son las mismas. Han perdido la brújula política, y un personaje como el Capitán América carente de cualquier tipo de coherencia en a la actualidad no tenía otro destino que la muerte.

Se dice que en cualquier momento surgirá un nuevo Capitán América. Seguro llevará impregnado la nueva filosofía norteamericana. Será un nuevo personaje que representara la actualidad de Estados Unidos, un héroe que luchará contra el enemigo fantasma del terrorismo, un Protestante que encontrará en los Musulmanes a sus enemigos más mortales y que seguramente también buscará eliminar del juego a trabajadores ilegales. No duden que lo veamos edificar un muro fronterizo, pelear contra cárteles de narcotraficantes y darse tiempo de defender lo que acontece en la prisión de Guantánamo.

Pero con los constantes cambios mundiales, el hasta ahora fracaso en Irak y la inminente derrota electoral de los Republicanos en 2008, me pregunto ¿Cuánto tiempo vivirá este nuevo Capitán América antes de ser nuevamente irrelevante?

Carlos

25 de marzo de 2007

Mayorías Legislativas ¿Vetos o reformas?, ¿a quién le importa?

La literatura escrita desde la Ciencia Política ha planteado la importancia sobre la influencia del poder parlamentario en los diversos regímenes políticos. Desde “El espíritu de las Leyes” de Montesquieu, pasando por los análisis institucionales de Juan Linz sobre la relación de los poderes Ejecutivo y Legislativo en los regímenes presidenciales y en los parlamentarios, hasta llegar a la propuesta contemporánea de George Tsebelis sobre la identificación de distintos jugadores con veto en estos sistemas institucionales –por mencionar algunos autores- se han preocupado inherentemente por el papel desempeñado por el funcionamiento del parlamento tanto en su “producción de leyes”, así poder dentro del Estado.

Si bien se le ha asignado al parlamento la principal función de la producción de leyes, o sus reformas, ésta ontología no le exime de contar con otros ejes de influencia al interior del desempeño político de los parlamentarios, lo que principalmente está definido por cada historia que ha definido el rol del poder legislativo dentro de cada sistema político.

A partir de esta idea busco dar paso a plantear un punto para ahondar en el debate que queremos abordar, y este versa sobre el papel de las mayorías legislativas en un sistema en proceso de democratización. Inicialmente parece ser que el papel de las mayorías es diferenciado, dejando de lado la función “histórica” del legislativo en cada caso, según cada diseño institucional de aprobación de leyes y sus reformas.

Las reglas son importantes, o como reconocería el Banco Mundial: “las instituciones importan”, pues estas delimitan las formas en como los actores definen sus estrategias para actuar, como sucede en el campo del parlamento en el momento de definir los requisitos para aprobar o rechazar una iniciativa de ley, o de reforma. Esto es, se establecen los límites mínimos para modificar el estado actual de un ordenamiento legal, o status quo en términos de Tsebelis.

Así, a partir de las reglas se pueden identificar la formación de mayorías legislativas necesarias para lograr la aprobación de una iniciativa o reforma, puede haberlas de manera “simple”, “absoluta” o “calificada”, pero lo que aquí se quiere resaltar es que también se generan los incentivos para cada fuerza política para unirse a una coalición ganadora o a una de veto. Mientras más requisitos se necesiten para modificar el status quo, mayores incentivos tendrán el resto de las fuerzas políticas para rechazar la aprobación de las iniciativas, y el caso inverso también puede suceder.

Pero algo que caracteriza a la política dentro del parlamento es que se busca hacer de la negociación política como un mecanismo para reducir los costos y lograr la adhesión de fuerzas políticas en coaliciones tanto para aprobar o vetar un posible cambio a las leyes.
Detrás de la aprobación o no de iniciativas o reformas a las leyes, de las posturas adoptadas por cada fuerza política, surge el problema de la relación entre los legisladores y la sociedad, y si esta se acaba en la noción de la “representación”. Considero que este último es una idea que no permite definir claramente para el legislador los intereses que debe representar (si los de su circunscripción o de “la nación”), y menos aún le permiten al ciudadano saber en qué momento se le representa, o cuando se le incluye, aunque fuese de manera indirecta, en el debate sobre la generación, aprobación o veto a iniciativas de ley.
Ciertamente la formación de mayorías es importante en el parlamento, pero puede haberlas débiles o simples, así como fuertes, o absolutas o calificadas, pero esto no significa que se estén representando la mayorías de los intereses o preferencias del electorado, y menos aún de la ciudadanía o de “la nación”. Entonces ¿qué le queda por hacer a la ciudadanía ante esta laguna?

Esta es una pregunta sin respuesta clara, pero lo cierto es que requiere una mayor vigilancia de los ciudadanos sobre la agencia de los parlamentarios, así como sobre los productos de la acción legislativa, esto es, identificar quiénes serán los principales beneficiados de cada iniciativa de ley, o su reforma. Sí, nos demanda más tiempo en temas que no nos agraden o se vuelvan complicados de entender, pero si no se hace, ¿cómo sabremos en qué momento nos están representando? Parecería ser que la representación partiría del interés del propio ciudadano para ver que sus preferencias se “llevan” al debate legislativo y ya no desde la idea que se forma el legislador sobre lo que “quieren” sus representados, en especial al momento de una aprobación o veto legislativo. Ya no basta con decir que una mayoría legislativa representa los intereses de la mayoría de los electores, pues nada asegura esta relación. Sólo los ciudadanos podemos vigilar a los legisladores para verificar si nuestros intereses son llevados a la palestra del debate de “la nación”, en cada aprobación o veto a una iniciativa de ley. A nosotros nos debe importar. Chales!!!

Gustavo