28 de mayo de 2007

El PAN. Dos asuntos pendientes.

Apenas pasaron las primeras elecciones estatales de la época del sexenio calderonista y ya brotaron a la luz pública dos demonios internos del PAN.

Estos demonios internos giran en torno a la relación del ejecutivo –presidente o gobernador en turno- con el partido albiazul, y los procesos de selección de sus candidatos. Las elecciones que se acaban de celebrar en Yucatán muestran que en el partido albiazul los términos de su convivencia interna no están totalmente definidos, lo que está generando incentivos perversos y problemas para definir la línea política de propio partido, particularmente en torno de la relación de la organización partidista con un gobierno panista en turno, ya sea a nivel federal o estatal.

Entonces ¿qué pasó con el PAN en Yucatán?
Cierto es que el panismo fue derrotado en las elecciones estatales yucatecas, y sus explicaciones pueden ser muy variadas, desde un simplismo que hace creer que “revivió el dinosaurio priísta”, hasta teorías más sofisticadas que ven en el voto de la entidad un castigo al gobierno del panista Patricio Patrón Laviada, entre otras razones.

Aquí, más que analizar las razones de los votantes yucatecos, son los problemas al interior del PAN los que llaman la atención pues salieron a relucir en torno a este proceso electoral. Por un lado, el partido atravesó por serios problema internos durante el proceso de selección de su candidato en el que resultó elegido Xavier Abreu Sierra, quien se desempeñó como Secretario de Desarrollo Social de la entidad, y quien entonces fue calificado como el precandidato impulsado por el gobernador de la entidad. Si bien el proceso interno se desarrolló conforme lo marcan los estatutos del PAN, esto no evitó que las inconformidades se hicieran presentes, al grado de que la entonces precandidata derrotada, Ana Rosa Payán, acusara Patrón Laviada de manipulación y uso discrecional de recursos, así como de influir al interior del partido para apoyar a “su” aspirante, Abreu Sierra.

Al final de dicha confrontación, Payán optó por renunciar a su partido y buscar la candidatura al gobierno estatal por una coalición de los partidos Convergencia y el PT.
El otro tema problemático pendiente en el PAN surgió apenas unos días después de las elecciones yucatecas, y se mostró en las acusaciones del presidente del CEN panista, Manuel Espino, acusando la intervención ruinosa de Camilo Mouriño, Secretario particular del Presidente de la República. El líder panista le acusó de haber mandado operadores políticos a Yucatán y que al final afectaron la planeación y desarrollo de la campaña del albiazul. En estas acusaciones va implícita la muestra de una relación conflictiva entre la organización partidista con el Ejecutivo panista en turno.

A diferencia de los gobiernos priístas, el PAN se ha topado con numerosos problemas en su relación partido-gobierno la que tiene una explicación a partir de la forma en como cada organización se originó, desarrolló e institucionalizó en el tiempo.

El albiazul surgió en un contexto adverso a la competencia política y electoral, en un régimen no democrático, por lo que para sobrevivir, su organización tuvo que ser cerrada, cupular y muy cohesionada. Con una dirección nacional, o CEN, sujeto a un consejo de “notables” en donde se cuidaba la “doctrina panista” pues les permitió compartir intereses colectivos. Pero la ampliación de la competencia y triunfos electorales de las últimas décadas desató las “pasiones” internas de sus distintos miembros.

La llegada miembros del PAN al cargo de de gobernadores, o de un Presidente panista, se ha topado con un partido que sigue manteniendo una estructura organizacional heredada del pasado, en donde las decisiones se toman cupularmente a través de procesos “cerrados”, dificultando el libre “flujo” de su influencia al interior del partido.

Por otro lado, los procesos internos en la selección de candidatos se han mantenido relativamente cerrados para la participación de la ciudadanía, asegurándole a los miembros de los consejos de decisión una importante intervención en la elección interna, instancias sobre las que los ejecutivos panistas buscan influir con relativo éxito. Esto provoca que en distintas ocasiones el partido postule a candidatos que no cuenten con gran presencia en la opinión pública a pesar de que sí cuenten con un importante apoyo dentro de su partido.

El PAN se enfrenta a nuevos retos e incentivos generados por la competencia electoral y ante los que, aparentemente, su estructura organizacional interna no parece estar dando muestras de asegurar el control de sus miembros. De ahí el creciente número de conflictos internos, particularmente en los temas de la relación del partido-gobierno y en la selección de sus candidatos a cargos de elección popular.

Dos son los principales caminos para hacer frente a estos retos: optar por una mayor apertura o cerrar aún más el espacio donde se toman las decisiones. Alguno de ellos deberá tomar el PAN para evitar problemas futuros que le pueden ser costosos electoralmente. La pregunta está en si el partido quiere cambiar.

Por Gustavo Martínez V.
Politólogo
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