24 de abril de 2007

De nuevo el nuevo PRI

Dice el proverbio popular que “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Seguramente quien lo dijo era un político que trabajaba para un partido político o era un líder “populista” con estrecha relación con la ciudadanía.

¡Cierto, es cierto! según sondeos, encuestas y muchas opiniones del personal establecen hasta más no poder que los partidos políticos y sus políticos son de los actores institucionales que menos confianza generan en la población, y creo que no hace falta entrar en la explicación del porqué de la sensación de la ciudadanía. Pero, aunque nos pese, también hay que reconocer que a falta de otro mejor mecanismo, los partidos políticos sirven para organizar la vida política de un régimen. Si no, cómo le haríamos en un país con 100 millones de habitantes para ponernos de acuerdo si queremos o no que se despenalice el aborto, que se aprueben programas de apoyo o no a los sectores desprotegidos, o simplemente para abrir una vialidad o no.

Bueno, concédanme el beneficio de la duda de que los partidos políticos desempeñan un importante papel en la vida política de una comunidad. Lo cierto es que para mejorar en el desempeño de la calidad de la democracia no sólo basta “resignarse” a que la ciudadanía acepte a los partidos, sino también hay que preocuparnos por lo que los partidos estén haciendo para acercar su relación con la ciudadanía y con el gobierno en turno.

Escribo estas líneas porque recientemente la nueva presidenta del CEN del PRI, Beatriz Paredes, ha designado a los que conformarán su “gabinete” al frente del partido, y esto dice mucho de lo que el tricolor pretende hacer para reposicionarse políticamente.

De entrada Paredes ha optado por excluir de su gabinete a miembros de los grupos internos cercanos a las figuras de Roberto Madrazo y de Enrique Jackson (El Universal, 24 de abril de 2007). El demérito de estas facciones priístas se ha dado en beneficio de apoyarse en los liderazgos de los gobernadores del tricolor así como en un aparente reivindicación de los grupos sectoriales del partido (El Universal, 23 de abril de 2007).

En pocas palabras, Paredes optó por hacer una “limpia” y remover cualquier “recuerdo” de los grupos que no supieron sacar al PRI del impasse en el que se encuentra. A su vez, bajo un claro pragmatismo electoral, optó por apoyarse con los gobernadores priístas pues estos han demostrado disponibilidad de importantes recursos para sacar a flote los votos del tricolor; así como los líderes de los sectores, a pesar de haber sido “golpeados”, parece que aún cuentan con posibilidades de movilizar votos.

Al final, parece ser que la presidente del PRI mejor decidió, veladamente, dividir y entregar al partido a manos de aquellos que cuentan con los recursos necesarios para mantenerlo a flote, pero no se vislumbra la posibilidad de mejorar sus relaciones con la ciudadanía.

El partido ha optado por mantenerse a flote, no quiere hundirse, para ello se considera que son los líderes regionales, los gobernadores, lo que pueden evitar que se vaya a pique, pero no parece que el nuevo PRI se preocupe por acercarse a la sociedad como estrategia para “revivir” políticamente. Pero ¿cómo iba a lograr el PRI acercarse a la sociedad si se creó y desarrolló para asegurar el poder y alejarle de la ciudadanía?

Nomás no veo que los partidos y sus políticos busquen salir de esas muy malas calificaciones que la confianza de la ciudadanía les designa. Sin embargo, “el mundo gira”.

Gustavo

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